sábado, 20 de julio de 2013

En reconocimiento

Yo no recuerdo el día en que naciste ni el día en que llegaste a la casa. Tampoco recuerdo en que momento empezaste a hablar ni cual fue la primera palabra que dijiste - aunque recuerdo que te mandabas buenos rosarios, bien garabateados - pero es así, siempre ha sido así nuestra relación; hermanable hasta en las peleas y pasadas de borrador con tiza por tu carita en un andador. Me acuerdo bien cuando llegué de mi primer día de clases de la vida y tu me esperabas con un corte de pelo horrible que te hacía ver el doble - o triple, exagerando como hermano mayor - de cabezona, cabeza de mundo. 
Un día me mataste un pollo de la feria, pero otro día me defendiste de unos pinganillas que me querían quitar la pelota y me pegaron, si que me defendiste. 
¿Recuerdas cuando lloramos juntos por que en tu primera relación, sin nadie entender como, supuestamente podrías estar embarazada? Si que lo recuerdo, por que eras una niña y nadie entendía que tu ilusión te había llevado a, tal vez, adelantarte a lo que, inevitablemente, pasaría algún día. 

Recuerdo también, y como no, cuando llegaba un tipo vestido como tito el bambino a un condominio de Paine, cuando tu me decías que era feo, que no te gustaba, que era tonto y que no sabías por que viajaba de tan lejos para verte y conversar contigo. ¿Recuerdas que te dije que, a pesar de que no fuera agraciado en su parte física, era el único que hacía el esfuerzo por verte? Que tal vez valía la pena, que no te cerraras a darle una oportunidad, que probaras, pues no había nada de malo en intentar. 
Con esto no estoy diciendo que yo soy el responsable de lo que se vino después, pero si asumo gran parte de la responsabilidad, pues, como hermano mayor, como un rebelde anterior a tu rebeldía, sabía de alguna manera que la felicidad era algo mas allá que un concepto de estética, de vestimenta, de música, de comentarios de padres o vecinos, tenía alguna noción de que la felicidad, en solitario, no resultaba muy bien, pero con alguien al lado, independiente de su raza, color, vestimenta, música, raíces, etc. siempre sería más completa y satisfactoria. 

Y ¿que más puedo decir?, ya me has aventajado, ahora soy yo el que comenzará a mirarte como la mas grande, como la de mayor experiencia, como la heroína que alguna vez soñaste ser, por que ¿soñaste con ser como la mujer maravilla, o como bombom de las chicas superpoderosas, verdad? 
Ahora ya no es un nenuco, es una Allize, de carne y hueso, hermosa como tu cuando bebé, hermosa como ella y nadie más. 
Por último, recuerdo que hace un par de semanas te decía que la tuvieras pronto, que sacaras pronto a esa bebita por que me ayudaría a recuperarme de esta jodida crisis de pánico ¿lo recuerdas?. Y bien, debo darte las gracias, a ti, a ella, a Dios, porque si que me ha ayudado, si que me ha hecho feliz, me has hecho feliz, me has quitado el miedo y la bebé me ha devuelto la paz que hace un mes atrás se me escapó. 
Un día alguien me dijo, no tienes luz en el rostro, perdiste tu resplandor; hace poco alguien me dijo, tu rostro irradia felicidad, tienes luz en los ojos. 
Es tu luz, hermana, la tuya, la de Allize, la de tu familia que se acaba de formar.
Gracias, hermana mía.





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